lunes, 26 de diciembre de 2011

¡Oh, primera Navidad!

¡Oh, primera Navidad!

Rev. Luis M. Ortiz
Después de tantos siglos hoy día es igual, unos vivimos y experimentamos día tras día el espíritu de la primera navidad, tenemos paz y buena voluntad conforme lo proclamaron los ángeles.
En el Cielo quedó un trono vacío, se ausentó el eterno Verbo, el amor del Padre lo planteó, “¿Quién irá por nosotros?” (Isaías 6:8). La obediencia del Verbo lo decidió: “He aquí, vengo” (Salmo 40:7). El ardor del Espíritu Santo lo ejecutó, “el Espíritu Santo vendrá sobre ti” (Lucas 1:35). Las huestes angélicas maravilladas cantaron: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14). “Dios con nosotros” (Isaías 7:14; Mateo 1:23); “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14).
 
En Belén se respiraba un ambiente de gloria, la pequeña aldehuela (aldea) vestía sus mejores galas por el anuncio angelical: “os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:10-11). En el pesebre la luz brillaba “y lo acostó en un pesebre” (Lucas 2:7). “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo” (Juan 1:9). En el palacio hubo turbación, miedo, envidia, odio, venganza, “el rey Herodes se turbó (…) se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños” (Mateo 2:3-16).
 
Después de tantos siglos hoy día es igual, unos vivimos y experimentamos día tras día el espíritu de la primera navidad, tenemos paz y buena voluntad conforme lo proclamaron los ángeles. Cristo está en nosotros, habita en nosotros, vemos su gloria, vivimos postrados en reverente adoración, pues vivimos en una eterna navidad. Lamentablemente otros, los más, moran en el palacio del orgullo y la soberbia, del pecado y la violencia, celebran una navidad completamente ajena al espíritu de la primera navidad, en vez de navidad celebran “vanidad”.
 
Pero así como fracasó Herodes en su cruel intento, fracasarán y perecerán todos los que ignoran, rechazan, desfiguran la gloria de la primera navidad. Mientras tanto, con el transcurso de los años, los siglos y los milenios, más se agiganta la figura excelsa y gloriosa de nuestro maravilloso Salvador Jesucristo.
 
En un mundo sediento Él es el agua de vida; en un mundo hambriento Él es el pan de vida; en un mundo extraviado Él es el camino; en un mundo en tinieblas Él es la luz verdadera; en un mundo de peligros Él es el buen pastor; en un mundo de pobrezas Él enriquece a muchos; en un mundo de enfermedades Él es el sanador; en un mundo de pecado Él es el perdonador; en un mundo de guerras Él es el príncipe de paz; en un mundo en crisis Él es la solución.
 
Hermanos, mantengamos la gloria y la sencillez de la primera navidad, excluyamos la vanidad de nuestra navidad, pues todo lo grande es humilde y todo lo humilde es grande. Que siempre vivamos en el espíritu de la primera navidad.

De: Revista Impacto Evangelístico

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