viernes, 30 de diciembre de 2011

La Vid y el Pámpano

La Vid y el Pámpano


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29 de Diciembre del 2011
Rev. Ramón Aponte
El pámpano está unido a la vid, y allí es donde crece, se desarrolla y recibe lo que necesita para vivir en abundancia y en fortaleza.
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”, Juan 15:5.
La adhesión del pámpano a la vid le permite no solamente recibir el alimento, sino también le ayuda a llevar una vida fructífera. Las responsabilidades de la vid y del pámpano son muy diferentes; la primera ofrece vida y abundancia, mientras que el segundo ha de permanecer adherido, y prosperar lo que la vid le ha dado.
Cristo dijo a sus discípulos: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Juan 15:1-8).
El apóstol Pablo declara en la epístola a los Romanos 8:35-39, una serie de preguntas y de refutaciones con respecto a unos factores que podrían separarnos de Cristo, nuestra vid: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? (…) Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Asimismo, en la carta a los Filipenses 4:13, leemos como sigue: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
Todo cuanto precede se hace realidad en la vida del cristiano bajo la condición de que éste mantenga un estado de comunión constante con la vid. La preposición “en” (en Cristo) expresa perfectamente esa idea de reposo, de permanencia o de fusión entre nosotros y el Señor Jesucristo. ¿Por qué hallamos en nuestro entorno cristianos tristes, para quienes la Palabra de Dios es una carga e ir a la Iglesia un fastidio? Simple y llanamente porque no están adheridos a la vid, y por ende, no se benefician de la vida abundante que emana de ella.
La dependencia del cristiano con respecto a Cristo no puede ser parcial ni tampoco incompleta, sino total. Dios tiene que estar involucrado en todos y en cada uno de los ámbitos de nuestra vida: espiritual, físico, material, etc. Este es un aspecto fundamental y crucial en la vida del creyente. Nuestro amado Salvador advirtió claramente que, por cuanto somos pámpanos, no podríamos hacer nada separados de Él (Juan 15:5).
Y es que, amados lectores, el pámpano separado de la vid no tiene valor ninguno, y ni siquiera se puede reciclar su madera para crear algo útil. La savia que la vid le proporciona al pámpano todos los elementos necesarios para que éste sea fructífero. La dependencia de Dios, pues, hace que no deseemos llenarnos con cosas del mundo, porque llevamos una vida de plenitud en Él.
Los pámpanos infructíferos son echados al fuego, como les recuerda el Señor Jesucristo a los que escuchaban sus predicciones. Es más, la madera del pámpano, por su naturaleza, ni siquiera permite mantener el fuego avivado, y solo se reduce a cenizas que lleva el viento. ¿Está usted adherido a la vid verdadera? ¿Está recibiendo la savia que hará de usted un pámpano fructífero? Las advertencias de Cristo al respecto son claras. Retornemos, pues, a una una comunión genuina y a una dependencia exclusiva de Él. Dios les bendiga.

Fuente: Impacto Evangelístico

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