lunes, 5 de diciembre de 2011

Nada Oculto

“No hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a  los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” 
Hebreos 4:13


¿Quién de entre nosotros soportaría que su entorno conociese exactamente todo lo que hace dice o piensa durante cada una de sus jornadas? ¡Qué vergüenza si nuestros más miserables secretos fueran revelados en plena luz!
Pero aquel cuya apreciación debería importarnos más que la de nuestros semejantes conoce absolutamente todo lo que ocurre en nosotros. Y un día tendremos que dar cuenta de todo lo que hayamos hecho durante la existencia que nos ha sido prestada. Este perfecto conocimiento de Dios asombraba al autor del Salmo 139:7: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a donde huiré de tu presencia?
Sin embargo, esta inquietud puede ser cambiada en un gozo sin igual. Así ocurre cuando el creyente, consciente de ser pecador, lo reconoce y lo confiesa con rectitud ante Dios. Entonces está de acuerdo con Dios y toma el lugar en que Dios puede revelarse a él como el Dios de gracia y de perdón, el Dios Salvador.
“¡Cuan preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos!”, dice este creyente. “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos… y guíame en el camino eterno” (Salmos 139:17, 23-24). Desde entonces podrá avanzar en ese camino eterno con el socorro de Dios a cada paso, No teniendo ya nada que ocultar, andará en la luz de la gracia divina.

(Texto de La Buena Semilla)

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