martes, 21 de febrero de 2012

¿Ante qué se indignan "los indignados"

¿Ante qué se indignan

Las protestas de los jóvenes en el mundo evocan pasadas épocas de revoluciones. Las críticas al modelo económico son una constante. Pero ¿es suficiente amotinarse cuando no se cuenta con una propuesta sustancialmente diferente?

Observar en los medios las protestas emulando un reguero de pólvora al estilo de la revolución del Mayo del 68, pero esta vez, a diferencia de los motines franco-europeos, de alcance global, instiga preguntas y pensamientos válidos: en Londres la famosa catedral de San Pablo se convierte en lugar de campamento de cientos de indignados que protestan por un lado contra los abusos del sistema bancario y, por el otro, exigen mejoras en el nivel de vida,  empleo y por el hecho de que sus contribuciones al Estado no revierten como ellos desean. Una queja dual contra el capitalismo, pero también contra el Estado que se nutre del mismo2.

En Madrid, los indignados más airados –los que provienen de los movimientos antisistema– y sus simpatizantes, se reúnen a decidir  qué hacer con el Hotel Indignación, el edificio que okuparon3 en Carretas en la madrugada del domingo 16 de octubre, una oficina para la vivienda, una casa de realojo para desahuciados por el drama hipotecario. Además, está el ejemplo de Barcelona, en donde los indignados también okuparon un edificio el cual ya aloja a varias familias de desahuciados. Como sucedió en los Estados Unidos, nadie se quejó contra los créditos desmedidos de las instituciones financieras… hasta que la burbuja estalló. El capitalismo está bien mientras no pase factura, y el Estado  preste.

En México D.F., tan solo 20 casas de campaña instaladas desde la noche del 15 de octubre, diminutas frente a la Bolsa Mexicana de Valores, albergan a medio centenar de jóvenes, quienes buscan convertir su campamento en una revolución pacífica.  Son los “indignados” mexicanos. Entre sus peticiones están la de instaurar un modelo económico diferente y más recursos para la educación. Y en ello acompañan al profesor de la UAM Edur Velasco, quien está en huelga de hambre para exigir al Gobierno Federal que destine el 2% del PIB a las universidades públicas5;  un “modelo económico diferente”, el cual financie obras públicas. Es de esperar que el “nuevo modelo” pueda idear formas fantásticas de lograr los fondos públicos necesarios.

El vacío hedonismo
En Nueva York, el movimiento “Ocupa Wall Street”, cumplió un mes el 17 de octubre y lo celebraron en Twitter. El 17 de septiembre pasado, sin generar demasiada atención mediática, poco menos de un centenar de jóvenes estudiantes decidieron ocupar un parque  para presentar una lista inarticulada de quejas. La lista incluía la desigualdad, la corrupción, la discriminación, la pobreza y el quebrado sistema migratorio de Estados Unidos, entre otras6.

Es suficiente mirar estas y otras ocurrencias ”antisistema” de las últimas semanas en casi todo el mundo, incluyendo en ciudades de Latinoamérica, para deslizarnos fluidamente a lo que viene a ser lo medular en el tema: determinar si estas protestas provienen de un impulso revolucionario auténtico, y si constituyen la expresión de un deseo de cambio sustancial, con una propuesta de algo coherente, racional y, por supuesto, que sí funcione en bien de inmensas mayorías que por su condición de pobreza ni siquiera tienen el tiempo de amotinarse.

Por ahora, es evidente que  las protestas  siguen insistiendo en lograr mejoras a través de los mismos métodos estatistas, los que nunca se podrán sostener sin el acusado mayor, el renegado culpable de estos motines: el “liberal capitalismo“.

Vano pensamiento de los pueblos, creer que se puede sustentar lo uno sin lo otro, no darse cuenta de que ambos mutuamente alimentados son el resultado de un devenir de la necedad de dejar de lado lo que es más importante: la verdad de la identidad humana y la manera cómo, en consecuencia, debe conducir sus eventos políticos y económicos. Vale anotar aquí que el Salmo 2 se ha escrito hace unos tres mil años.

Y es paradójico que las protestas comienzan en el territorio originario del modernismo: ese “occidente” ya ampliado que hoy, a través de la tecnología y la globalización se expande y hace que  fronteras  antes imposibles de cruzar se disipen como niebla de la mañana. Berrinches de seres humanos frustrados porque no pueden alcanzar las metas que ese mundo moderno les ofreció, cual “Dorado” de hedonismo, un mundo que ha rechazado a Dios,  a la dimensión espiritual y filosófica de la vida, y quienes no llegan a entender que los medios del modernismo son en sí una contradicción, y que sus propuestas materialistas y al mismo tiempo socializantes se cancelan unas a otras. Porque ni el capitalismo sin el impulso vital del progreso y bienestar general, ni el socialismo reciclado que ahora se aferra al Estado coercitivo pueden ser al mismo tiempo parte de las misma solución, y en realidad son tan solo míseras versiones de lo que queda siempre al fondo de un mar de ideas puras que ha dejado de ser explorado.

Ya Alexander Solzhenitsin lo dijo en el zenit de su vida7, el hombre moderno está muy ocupado en ganar un mundo. Pero en el proceso de acceder a más y más modernidad, y conocimiento sin más objetivo que el placer propio, ha realizado un canje de una perspectiva teísta cristiana de la vida al humanismo de hoy, y ha perdido en ello su esencia, la percepción de la naturaleza de su alma sedienta de trascendencia. Por ser en sí pluralistas, la modernidad falsa y el humanismo han traído  confusión y caos,  la pérdida de la pista que conduce a hallar lo que es esencial al hombre, y la manera cómo debe vivir.

Lo lamentable es que “Occidente” original, en ese proceso de perder de vista los principios que llevan a resultados, ha reemplazado los primeros por los últimos, poniendo al mundo en una carrera caprichosa y ciega hacia un vacío hedonismo. Desprovisto de verdades, de sustento a sus métodos, el mundo se indigna hoy ante el fraude.  Pero no basta protestar, es necesario entender en qué medida somos responsables de resultados históricos, y de corregir posturas –aunque hayan sido las intocables ideas adoradas de la modernidad que se nos desmorona– que fueron concebidas unas por emergencia –el Estado de Bienestar fue la propuesta europea a las crisis posguerra, de carácter inicialmente transitorio– y otras por resentimiento obviamente el caso de las diferentes propuestas socializantes-  y por lo mismo, no responden a un concepto eterno del hombre y de la sociedad.

Finalmente, no se trata de retornar a ideas religiosas del pasado.  La espiritualidad y la verdad hallada por la filosofía congruente no tienen que ver con legalismos ni ritualismos inadecuados al ser humano de hoy.  Quienes son conscientes de esa esencia inmutable del hombre, y de la manera como ella debe expresarse en lo cotidiano, lo social, lo económico,  tienen la responsabilidad de alcanzar al hombre moderno, y dar una respuesta, aquí, ahora… un pensamiento ético, que desafíe al capitalismo, y libertario, que exponga la verdad del Estado coercitivo. Justamente en medio del amotinamiento, es necesario  levantar la voz de un pensamiento que desafíe  los esquemas vanos.

Fuente: impactoevangelistico.net

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